domingo, 14 de diciembre de 2008

¡¡El blog cumple dos meses y supera las 1.500 visitas!! (¡Faltan 139 días!)

Dos meses cumple hoy este blog, este pequeño rinconcito cibernético que destila palabras, sentimientos y amor a Nuestra Morenita Divina.
Repetiré, por enésima vez, que se han superado ampliamente mis expectativas. No esperaba tantas visitas, tantas palabras hermosas, tantas colaboraciones... GRACIAS una vez más.
Como la Navidad se acerca, para celebrar estos 60 días que llevamos compartiendo tantas cosas, os dejo un relato precioso escrito por el gran amigo Pablo Mondéjar, iliturgitano de pro y andero de la Reina de Sierra de Morena. Esta bella historia, que pudo pasar en cualquier lugar de nuestra geografía, lleva por título La historia de una medalla. Cuento de Navidad Espero que os guste.

…Y después de muchas vicisitudes, Francisco llegó a una vieja casa, cansado y demacrado por tantos días de camino, de persecución por el monte, escondiéndose de si mismo con tal de no ser descubierto. No sabía a donde ir, no hacía más que pensar en su destino, no quería correr la suerte que habían tenido otros de sus compañeros, la situación era más que desesperada y al ver la casa, aunque temeroso, se dispuso a llamar a la puerta.

-“¿Quién llama a éstas horas de la noche?" una voz firme se escuchó desde el interior.
- “Pido posada para ésta noche señor, tengo dinero para pagarla" respondió Francisco.
- “Esto no es una posada" volvió a decir el dueño de la casa abriendo de sopetón la puerta, "¿Qué es lo que viene a buscar aquí?”
- “Tan sólo busco un lecho donde poder descansar ésta noche señor, llevo caminando muchos días y estoy enfermo, no podré seguir andando sino descanso un poco.”
- “Bien. En ese caso" respondió el dueño al observarlo detenidamente y ver que no se trataba de una persona del entorno, "puede pasar la noche, aunque a primera hora de la mañana se tendrá que marchar”, sentenció.

Francisco entró en la casa, cenó un plato de sopa caliente que le supo a gloria y unas naranjas, y pronto se dispuso a descansar en el pajar que había adosado al lugar y en donde el dueño tenía a sus animales. Pronto cayó agotado por el cansancio, de tal forma que no escucho llegar a la pareja de guardias civiles que todas las noches pasaban ronda por las casas de alrededor llamando puerta por puerta.

-“Buenas noches, Pedro. ¿Cómo va la cosa hoy?”
-“Bien, señor; tan sólo un forastero que ha llamado hace una hora, y le he dado posada esta noche. Parece no tener mala pinta, aunque no me fio, la verdad. Puede que sea uno de esos maquis que rondan por el monte, ustedes dirán mejor que yo, está ahí en el pajar.”

Al observarlo, el guardia cayó en la cuenta de que unas horas antes había perseguido a un tipo por el monte disparándole. Éste en cuestión había escapado, pero en su huida había dejado olvidada una medallita de plata partida por la mitad verticalmente y en forma de corazón que representaba la imagen de una mujer.

Francisco, que no se percató de la presencia de la pareja, no pudo hacer nada por huir y cuando éstos lo despertaron, le obligaron a identificarse. Aante la negativa, seguramente por la sorpresa, recibió un golpe en la cara con la culata de la escopeta que le rompió el pómulo.

-“¡Identifíquese he dicho!... ¡Identifíquese!”. Le volvieron a zarandear y, de repente, y debido al forcejeo, asomó por el pecho de Francisco una medalla semejante a la que el guardia civil tenia en su cartera. Era la otra mitad… Francisco, en el monte, la había partido. Su pueblo quedaba distante pero tenia la esperanza de darle una parte de la misma a su mujer como muestra de amor y fidelidad a ella en los momentos difíciles.
-“Dejémoslo, no hace falta que diga nada más. Es el rojazo al que he disparado esta tarde y se me ha escapado. La medallita te delata, ¿a que sí?”, sonreía con tono irónico el guardia civil.

Lo sacaron de la casa a golpes y en mitad del camino lo bajaron del coche.Allí mismo lo ejecutaron sin mediar palabra alguna, dejándolo en la cuneta como a un perro y, de paso, entre risas, uno de los guardias le tiró la medalla a su cuerpo, ya muerto, exclamando:

-¡Tu mujer se tendrá que buscar a otro! Ja, ja, ja".

Años más tarde, en vísperas de Nochebuena, Juan se dirigía en la noche por el camino hasta la ermita. Tenía esa extraña tradición de ir a ver a la Virgen antes de la víspera del Feliz Alumbramiento de María, y con él siempre iba la fotografía de su madre de joven, muy guapa, fallecida ya anciana hacía unos años.

Siempre recordaba como su madre, cuando era pequeño, le contaba de su padre que fue hombre honrado y generoso, y valiente soldado que combatió en la guerra, pero nunca se había sabido más de él. Tan sólo que un día, y tras la toma del pueblo por parte de los nacionales, había desaparecido como si la tierra se hubiera encargado de tragárselo.

Llegó a la ermita amaneciendo el día 24 y el sacristán al verlo, extrañado, le preguntó:

-“¿Qué hace usted por aquí buen hombre, con el frío que hace?”, sonriéndose.
-“Si le soy sincero, vengo todos los años la misma víspera. No sé por qué, pero parece que la Virgen me da un impulso para hacerlo siempre en esta noche para luego amanecer aquí bajo sus plantas… curioso ¿verdad?”, sentenció Juan.
-“Pues sí, ¿para qué engañarnos? Pase usted, que va a tener el privilegio de ser el primer peregrino que la vea hoy, en este día tan señalado. Si necesita algo, estoy en la sacristía ¿de acuerdo?” dijo el sacristán.
-“Muchas gracias, señor” respondió Juan.

Orando ante la Virgen, de repente Juan observó boquiabierto que del pecho de la Señora prendía una medalla vieja de plata partida por la mitad verticalmente en forma de corazón, con la imagen de una mujer.

Tembloroso, cogió la fotografía de su madre de joven y pudo observar que a ella le prendía de su pecho esa misma medalla. Sí, estaba seguro, era ella misma… la imagen misma de su madre.

Corriendo y con lágrimas en los ojos, salió en busca del sacristán:
- “¡¡ Señor, por favor, señor!! ¿Desde cuando tiene la Virgen esa medalla colgada en el pecho?”, preguntaba Juan llorando.
- “Pues que yo sepa desde siempre, aunque ahora a bote pronto no sabría decirle”, añadió el hombre extrañado ante aquella actitud.
-“¡¡Es la imagen de mi madre señor!! Según ella, mi padre la llevaba consigo cuando combatió en la guerra!!”, añadió Juan sin poder reprimir tanta emoción.

Francisco había fallecido en la madrugada del 23 al 24 de diciembre del frío año de 1946, a tres kilómetros de la ermita de la Virgen, de la cual era muy devoto. Y ahora Juan, sorprendido, oraba ante Ella. Y de paso, se reencontraba con sus padres.

Feliz Navidad a todos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

He pasado por aquí y veo
que tienes un blog estupendo.
enhorabuena Inma y felices
fiestas

Anónimo dijo...

Me he llevado una grata
sorpresa al ver tu blog.
Felices fiestas Inma.